martes, 11 de agosto de 2009

Ladran Sancho

“El estado es la gran ficción en donde todos tratan de vivir a expensas del resto”. F Bastiat.

Los argentinos en general sufrimos de amnesia. Es el mecanismo de control y de defensa que creamos para evitar el suicidio. Los políticos de turno trabajan como psicólogos para inyectar confianza en personas en estado de shock. Una vez más, caemos en la creencia (nosotros y muchos de nuestros vecinos latinoamericanos) de que El o Ella nos va a sacar del infierno. Les otorgamos superpoderes. Los dejamos meternos en nuestra vida, en nuestra cama, en nuestro bolsillo y aún así quieren más.

Imprimen billetes como si eso fuese a aumentar el bienestar general del pueblo agonizante en la “pobreza” que no existe. La riqueza, para ellos, está fija y sólo hay que redistribuirla entre todos los argentinos para hacer, así, justicia social. Habría que definir justicia, pero ese es otro tema. Ya dijeron que no iban a negociar la baja en las retenciones, que iban a subsidiar a los tamberos, y ahora, encima, estatizarán los derechos de televisación del fútbol. Digo yo, por qué yo, mis compañeras de la facultad, los músicos, o todos aquellos que no les gusta el fútbol tenemos que pagar para que sea el Estado quien se encargue de rescatar a los ineficientes y corruptos clubes del fútbol nacional. Por qué tanta discrecionalidad y nadie dice nada? Por qué no hacer lo correcto, dejarlos quebrar, y premiar a aquellos que sí hicieron bien los deberes.

El Gobierno tiene y debe dejar de intervenir donde NO le corresponda. Con los 10 millones que pierde Aerolíneas podrían equipar sobremanera a la policía, mejorar hospitales o crear algunas escuelas (ni hablar de equiparlas con estufas).

Por hacer de más, hace de menos. Alguna vez me dijeron que está bien morir por un ideal. Que estaba bien la moral utilitarista. Que la solidaridad no nace de las personas, por lo tanto habría que obligarlas a regalar parte del sueldo. Que todo es una cuestión de lucha y de hegemonía por quien detenta el poder. Que vivimos inmersos en la matrix. Que no hay absolutos. Que todo es relativo. A ellos, mi respuesta. La libertad y la defensa irrevocable de la propiedad privada es la base del progreso. Y sino, ‘que la historia me juzgue’…