No quiero ni saber qué pensarían del lucro en el sistema de salud.
desde mi ventana las populares calles de sgo centro
Como estai, sushi que no como -como casi ningún bicho de mar-, smog, taxis caros, subtes modernos sin aire ac, son algunas cosas que podrían llegar a definir a Santiago de Chile. Desde que llegué el domingo vi todo eso -y más-. Pero hay algo, y bien claro está, que aunque tenga tintes de primer mundo, esta ciudad y el resto del país, muestran que tienen la identidad de America Latina tatuada en la última capa, su sociedad y su discurso.
De la historia chilena, basicamente, puedo rescatar de mi memoria tamaño de castaña de cajú (/cashú/), a Allende, Pinochet, chicago boys, bachelet, piñera. Gobierno socialista, seguido por una centro izquierda poco popular - dicen que su popularidad anda como la de Obama, al 30%-, y la actualidad de una Chile sucumbida por sismos (si, apenas aterricé me comentaron que la tierra tembló) y por las protestas sociales. Me centro en la educativa no por nada en especial, sino porque simplemente, tuve la oportunidad de entrar a la universidad tomada por los estudiantes de la U pública de Chile. Piden que no se lucre con la educación, seguidos por la voz aguda -casi insoportable- y mando de la comunista Camila Vallejo que pide a gritos mayor igualdad para los estudiantes de este país. Esa palabra tan linda, tan popular, tan demagógica que hizo y hace! que los gobiernos se alejen cada día más de un estado limitado hacia un camino de totalitarismo y poca libertad de elección.
Entré casi de casualidad, ni sabía que se encontraba tan cerca del palacio de la moneda. Este edificio administrativo se transformó desde hace tres meses y algunas lunas en un pijama party de estudiantes que juegan a hacer justicia. El primer piso tomado con bolsas de dormir y cocinas populares. La planta baja, con carteles y banderas colgadas al mejor estilo superclásico en la bombonera. Al entrar pido un tour, y Jorge, el denominado "seguridad" por la asamblea para custodiar la entrada de la PETRA educativo me cuenta que allí en el centro se realizan la charla cuando se deciden los quéhaceres. Y es voluntario me imagino, digo, de paso, y no che. Para nada. La asamblea decide quién se encarga de qué. Vos seguridad. Vos cocina. Vos limpia asambleas. Vos nada. Ajá. Asiento. Y qué opinas de los dichos del Presi? Ya va a ceder, asegura Jorge, levantando la mano y saludando a una compañera suya que entra con pinceles. Me muerdo los labios para no decir nada. Gracias chicos. Unos genios estos. Piden que todos paguen sus caprichos, piden que se reduzca el abanico de elección. Resentidos viven con envidia y suplican igualar a toda la sociedad para abajo. La solución no está en mostrarles cúan más igualados e incluidos en la educación superior está la sociedad ahora que antes -que lo está- sino en empezar a intercalar la palabra libertad entre tanto atropello. La educación, al igual que la salud, que el transporte, es un servicio que alguien debe pagar para que otro lo tenga. Porque nadie trabaja gratis y todos ya sabemos a esta altura que el Estado salvo que cultive plantitas verdes, no genera riqueza. Nos quita a todos, para darle a algunos.
Pero a la noche todos los gatos son pardos -qué gran verdad-, y el viernes comienzan las fiestas patrias. Y todos se olvidan de todo, pisco sour de por medio. A tu salud...
lunes, 12 de septiembre de 2011
Cuando pase el temblor
Publicado por Belen Oda Marty en 23:08
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