«Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. El ceramista que premedita un color y una forma. Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia a un animal dormido. El que justifica o quiere justificar el mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Estas personas, que se ignoran, están salvando el mundo». J. L. Borges
lunes, 5 de julio de 2010
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1 comentarios:
Hace unos años, compré una revista de papel marón y de colores opacos que traía un cd con una entrevista realizada a Borges, desde que escuché aquel cd, aquellas voces intercambiando ideas, cada vez que leo una cita de Borges o uno de sus cuentos o sus ensayos o poesía, recuerdo como su voz compartía cierta afinidad con la identidad de su obra.
La voz de Borges surgía con dificultad, pausada, pesada como si para brotar de su boca tuviese que subir desde profundidad inmensa, inabarcable, imposible, pero sus palabras, su significado, su sentido, resultaba claro, traslucido y exacto. Así, me perturbó, la distancia que parecía recorrer sus palabras para llegar al mundo, desde una subjetividad lejana, muestra innegable de profundidad, compensada mediante una exactitud admirable en el sentido.
Qué sé yo. No me tomes muy en serio, en esa época también escuchaba a La Renga.
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