lunes, 19 de julio de 2010

Mi destino es andar

"Y así empezó a girar la vieja rueda - símbolo de la vida - la rueda que se atasca como sino volara, entre una y otra generación, en un abrir de ojo brillantes y un cerrar de ojos opacos, con un imperceptible sonido..." Julio Ortega (Casma, Perú, 1942)

Como dice Flori, mi amiga, la rueda empezó a girar. Por fin. Cómo en los sueños, esta vez de veras, uno camina avanzando. Para algunos, para otros la rueda –no de la fortuna- gira pero al revés. Cómo te das cuenta, pregunto…

Esas mañanas, esos mediodías, esas tardes y noches que sabés que debiste haberte quedado. Qué salir era desafiar al destino, que ingenuamente aspiraste a pensar que ese día el que conquistaba las horas eras vos. Sos el capitán de tu alma, y preparado para el Apocalipsis, salís rumbo al más allá. De esos días-pesadillas tuve varios.

Y sí, les voy a contar. Salí de mi casa un frío día de julio, hará uno o dos años, a eso de las ocho rumbo al dentista. (tengo dos fobias, los dentistas y los peluqueros). Esa situación de inferioridad cuando te sentás en la camilla es terrible. Salí, en ayunas, alrededor de las 11 rumbo a Santa Fé y Agüero creo, a un centro de vacunación para hacerme un análisis de sangre y ver a qué seguía siendo inmune, teniendo en cuenta que pensaba partir a San José por tiempo indeterminado días después del episodio. Claro, siendo las 12 y aún en ayunas y con lo malcriada que soy que me da impresión todo, confieso que apenas llené la ficha ya me sentía mareada. Me hacen pasar, y para los entendidos, pedí camilla. A ver tus venas, nena. Ah, el brazo izquierdo está mejor. Buenas venas eh. La pulsaciones bajaban como la temperatura de NY en pleno enero. Ya no era Belén, era un zombie que miraba la pared blanca con instrucciones de salubridad. Después, se las debo. Recuerdo soñar profundamente, cómo si estuviese estrepitosamente cansada, en el peor de mis días. Plano medio de brazos, cuando abrí los ojos. 1, 5 o 30 minutos después. Mis lentes de contacto, bien gracias. Se le habrán salido del ojo cuando estaba inconsciente.

Gatorade, y media hora después salgo de la sanguijuelas, y me siento en un banquito de una plaza con un paquete de Lays y una Coca. Para terminar mi día, me caga una paloma en la cabeza. Dígame, señor –al que me miraba inquieto-, qué hice para merecer esto. No fue, obviamente, mi peor día, ni mucho menos. Sólo subrayo mi reacia inclinación a la predestinación de ciertos días.

Pero esa sensación, porque al fin y al cabo, es sólo eso, de que la rueda se mueve, es real? Está racionalizada? Que la rueda se mueve como molino con viento no es más que una buena sensación de que las cosas están saliendo como uno quiere. O por lo menos, están saliendo. Las palabras, los hechos, las relaciones, los no lugares y las coincidencias abandonaron el status quo y se revelaron. Quieren ser protagonistas de tu vida. Dejádlas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó, igual te digo, hoy la sensación es que hay que seguir dándole envión!
Beso!