miércoles, 26 de mayo de 2010

Que el calendario no venga con prisas

Hace mucho tiempo que no estaba tan cansada. Ese cansancio tal que bostezas cada medio minuto y que contagias al de al lado y el de al lado a vos, de nuevo. Ese cansancio que hace que en vez de dos piernas tengas dos bolsas de arena. Ese cansancio que lucha por volverse sueño. Que se auto miente por llegar y crea promesas imposibles de cumplir.

El despertador sonó a las 5.01 (siempre un minuto más de sueño). 6.13 salía el tren a Manhattan y 8.20 el colectivo a Washington DC. Sarna con gusto no pica diría mi madre. Llegamos a la ciudad maqueta alrededor de la 13 sin lugar donde dormir. Donde quedarnos era, como diría mi amigo Shakespeare en la peli “Shakespeare in love”, a mistery. Me estoy volviendo habitué, le dije a Agos, mientras le explicaba donde quedaban cada cosa en un mapa improvisado con una bic y una servilleta. Es una ciudad que me genera algo que no me lo da Nueva York. Ese gusto a silencio, esa acidez de indiferencia y soledad. Caminamos por Dupon Circle, por el downtown, el national Mall, algún museo, el Capitolio y algún que otro Memorial. El sábado terminó con fiesta, y rally por varios bares. Leit motiv de la noche: “Argentina, beautiful women”.

Pero volvimos. Ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos, ahí volvimos. La ciudad 7-24 no nos extrañó, seguía ahí, iluminada, transitada, querida y odiada, como todo lo popular. Tanto que ya aburre.



El 25 de mayo fue un día típico y rutinario. Nadie, por supuesto y aunque nos duela, tenía idea que ese día era el 200 aniversario de nuestra querida (¿?) nación. Ni fuegos artificiales ni choripan y pastelitos. (sin comentarios). El consulado argentino –que by the way, queda a media cuadra de louis vuitton, cualquier coincidencia con la realidad, ya saben- tenía previsto una ceremonia para coronar el monumento a San Martin en el Central Park a las 17 y a partir de las 18, empanadas garrapiñada y vino tinto en el primer piso del único departamento de tierra argentina en esta ciudad. Yo llegue tarde –tenía otro compromiso-, pero me encontré con varios amigos y caras conocidas mientras me daban una escarapela y tomaba medio vasito de coca light. Dicen, los que estuvieron, que el evento conto con un show de folklore, de tango y exposiciones de fotos de gauchos y del campo argentino. A partir de las 20, la gente se fue dispersando. Varios eran turistas, muchos gringos y algunos, como yo, que estábamos feliz de entablar una conversación en “argentino”.

La primer acepción de la palabra extrañar es , según la RAE, desterrar a país extranjero. Caminamos por la 5ta avenida hasta el Roquefeller Center donde varios de mis amigos subieron a sacar fotos del Empire State iluminado de los colores de la bandera argentina. Agos y yo nos metimos por unas calles del Midtown hasta que llegamos a Times Square y nos perdimos entre la ola de turistas. Compramos una Yuinglin (los que saben de cerveza del norte capaz la conozcan) y nos sentamos afuera. No puedo más, Belu. Yo tampoco. El jueves cumplo 24 y prometo crónica de un cumple sin edulcorante.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El mundo es un pañuelo!!el que baila tango en tus fotos iba conmigo a la facultad!!!, se recibio y se dedico a bailar tango y de eso vive viajando x el mundo.
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