Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un més
y me quedé tan tranquilo...
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro
ni enredarme en maldiciones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casao? -¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más te ha querío,
con eso tengo bastante.
(...)
Rafael de León
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