Leí esa novela porque se la vi en la mochila al chico más lindo que yo he visto jamás. Allá por el 2004 justo antes de subirme al avión que me llevaría por primera vez a Europa. Me junté con mi amiga que no veía hace casi dos años, primero por mi viaje por USA, luego por el suyo por el sudeste asiático.
Por momentos estuvimos literalmente en dos partes tan distanciadas que aunque quisiéramos no podríamos separarnos tanto de alguien. Tiempo y distancia. En el sentido literal y aveces peor sentido de todos. Pero -y siempre hay peros- cerré la notebook, bajé por el ascensor mientras me acordaba lo tanto que me olvidaba, y se me cruzó una noche en San Juan del Sur, cuando volvíamos del bar Iguana, que se cortó la luz en todo el pueblo. Caminando sin celulares, linternas, llegamos al hostel y con una vela al cuarto. Mismo momento que me camina una cangrejo naranja fluor por mi cuello.
Esas conversaciones sinceras tanto como espontaneas, que queres decir tanto que terminas no diciendo nada. Querés aprovechar cada segundo, querés ver todo lo posible, eschuchar todas las anécdotas, tocar miles de cervezas y poner el combo dentro de un tupper.
Esos que perdés en estaciones de frontera, que regalás cuando hablás con otro y que guardas dentro de miles.
Se llamaba Una Sombra ya Pronto Serás.
sábado, 6 de agosto de 2011
Atajos, rutas, recuerdos y retornos
Publicado por Belen Oda Marty en 1:39
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