Tormenta de nieve y mucho frío. Las cosas (y calles) por acá andan saladas. Ni muchos sales ni muchas compras. Me fui a Boston por el fin de semana y no hay nada que me guste más que empezar de cero y conocer un poco sobre la historia de cada ciudad que visito. Me quedé en lo de un amigo que estudia en Harvard y vive en la zona de Cambridge y cerca del Harvard Sq. donde están todos los cafecitos y lugares para hacer compras.
Boston es lo que parece. No anda con vueltas. Es fría, soberbia y distante pero tiene ese no se que que te transporta al 1650, época en la cual se fundaba esta categórica universidad. Le toqué el zapato a la estatua del supuesto (así me contó mi amigo, parecería que él no fue tal) fundador: Harvard. Las veredas son, la mayoría, de ladrillos, las calles tienen faroles, y desde la calle se puede ver la gente tomando café y estudiando. Esta ciudad fue punto de encuentro de los muchachos que fundaron y escribieron la declaración de independencia y el famoso Bill of Rights.
Ayer tuve la oportunidad de ir a una fiesta de los alumnos de Harvard que organizaban pre navidad ya que la mayoría partía al día siguiente a sus casas (la mayoría que estudia en Boston no es de Boston). Además de hablar de la MIT y de los estudiantes de Yale, la fiesta transcurrió tranquila, con mucha charla, mucho gin tonic, y música navideña de fondo. Nada de fernet, reguetón y la zimbawe. La gente vino elegantemente vestida y los temas que se trataron fueron políticamente correctos. Nadie criticaba a nadie, todos con una sonrisa. Ni Estudiantes ni Barcelona. Ni Berlusconi ni Obama.
Voy a compartir un secreto con ustedes. Me encanta viajar en tren. Y más si es de noche. Como me cancelaron la vuelta en colectivo, me compré un pasaje en el famoso Amtrak (20 dólares contra 155 y eso que está subsidiado y no tiene wi fi como si tiene el bondi) para poder llegar hoy a la noche a NY y estar mañana temprano en el trabajo. Son como esos viajes que no querés llegar nunca.
Mi amigo es un liberal y yo una liberal. Por lo tanto, no iba a pasar mucho tiempo sin que alguno de los dos saltara con algo políticamente incorrecto para el otro. Yo, fanática de Dunkin Donuts, Mac Donalds, Sturbucks o cualquier otra cadena que me da felicidad a cambio de mi plata; él en contra de estas corporaciones explotadoras de los pobres e indefensos individuos. Hay que regular (él). Hay que abolir los impuestos (yo). El estado está demasiado ausente contra el estado está demasiado en todo. Puedo asegurarles que intenté, hasta me llamó insensible e injusta. Yo, injusta? Es el capitalismo inmoral e injusto o es todo lo contrario, premia al esfuerzo y al éxito?
Nosotros, los argentinos, somos seres adaptables, la necesidad agudizó nuestro ingenio. Le encontramos la vuelta a los problemas pero estamos atrapados en la incertidumbre. El argentino no confía en nadie. Mira con atención el discurso del presidente que acaba de asumir porque sabe que un persona (o un matrimonio) puede cambiar las políticas del país de un día para el otro. Acá, no tanto.
Con mi amigo estamos cruzados, por ahí es por eso que somos así. El está en uno de los países más libres del mundo y quiere restringir la libertad. Yo, al contrario. Dios le da pan a quien no tiene dientes.
Próximo episodio: relatos y anécdotas de cosas que me pasaron en NY. Desde invitaciones indiscretas de una mujer en el tren hasta la historia del que vende hot dogs y pretzles gigantes en la esquina del trabajo.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Somebody told me
Publicado por Belen Oda Marty en 3:36
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5 comentarios:
Uauuu !! cuanta intelectualidad !! que pelicula haría Woody Allen !!! deberías invitar a tu amigo a la Argentina a ver si sigue pensando lo mismo !!!...y mejor aun ...que trabaje aquí !!!..lo vas a tener de tu lado en cuanto tome un taxi en Ezeiza !!besos Miri
Jajaj totalmente...
Sos una ídola amiga! no sabés cuánto de admiro!
Belenchu, muy bueno. Me recordas a Ayn Ran. Continua. Besos
Tio Mario
yo también amo viajar en tren!!! Algún día tomemos el tren que une Rusia y China, es uno de mis sueños pendientes...
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