A Buenos Aires le sobran tarjetas SUBE. Creo saber que esa es la causa de las caras largas de los porteños todas las mañanas.
Nada de pensar que la falta de maquillaje de las mujeres arriba de 25 tiene algo que ver con la crisis económica o el cepo cambiario que hace que la oferta local de makeup sea casi nula. Tampoco creamos que la falta de corbatas se debe a una nueva tendencia de la moda. Para nada.
No culpemos al default. El default también se debe a lo mismo. Ni que hablar de cómo bajo el precio del peso o subió el kilo de salmón del pacífico. El hecho de que hayamos perdido la final del mundo también se debió a lo mismo. Es así. Lo veo tan pero tan claro ahora.
Me subí al 152 rumbo a La Boca sin la SUBE. La perdí, debe estar en el universo paralelo de mi escritorio. O no. Quién sabe. Pedí un boleto de 6 pesos con algo. Increible, poner las moneditas en el aparato se sintió como el episodio de las escaleras de Odesa.
Pero ya les revelé al principio el génesis de nuestro problema. Pero lo haré de nuevo. A la Ciudad le sobran SUBE y le faltan boletos capicúa. Existía ese efímero segundo entre que agarrabas el boleto y mirabas su número. Eso, señores, era la felicidad.
Nada de pensar que la falta de maquillaje de las mujeres arriba de 25 tiene algo que ver con la crisis económica o el cepo cambiario que hace que la oferta local de makeup sea casi nula. Tampoco creamos que la falta de corbatas se debe a una nueva tendencia de la moda. Para nada.
No culpemos al default. El default también se debe a lo mismo. Ni que hablar de cómo bajo el precio del peso o subió el kilo de salmón del pacífico. El hecho de que hayamos perdido la final del mundo también se debió a lo mismo. Es así. Lo veo tan pero tan claro ahora.
Me subí al 152 rumbo a La Boca sin la SUBE. La perdí, debe estar en el universo paralelo de mi escritorio. O no. Quién sabe. Pedí un boleto de 6 pesos con algo. Increible, poner las moneditas en el aparato se sintió como el episodio de las escaleras de Odesa.
Pero ya les revelé al principio el génesis de nuestro problema. Pero lo haré de nuevo. A la Ciudad le sobran SUBE y le faltan boletos capicúa. Existía ese efímero segundo entre que agarrabas el boleto y mirabas su número. Eso, señores, era la felicidad.